UNA CITA EN PARÍS
Tal vez la primera vez
que vaya, sea diferente, o simplemente la persona que me acompañe hará que sea
especial y hasta valga la espera esa cita –pensaba un joven, mientras veía a
los ojos a su acompañante–. Hasta le interesará esta idea –seguía pensando– tal
vez si se lo propongo, no le parecerá tan disparatado.
—Necesito pedirte algo —dijo
el joven, mientras miraba a los ojos a su acompañante—. Una última cita, antes
de que termines lo que empezamos hace algún tiempo.
—Pero aún no hemos
empezado nada –respondió la joven, intrigada por la proposición planteada—.No
se puede terminar algo que no empezó.
—Tienes razón, entonces
te pediré algo antes de que continúes tu camino, sola, por supuesto —dijo con una
voz que empezaba a quebrarse—. Tal vez puedas concederme eso.
—A veces eres muy insistente,
y me gusta eso.
—Una última cita, que
tal vez dependa todo en cuanto hemos creado entre nosotros, esta representará
la última vista que le das al sol en un día cualquiera, porque no sabes qué
pasará al siguiente.
—Dulces palabras para
mi paladar con aftas, pero dime.
—Una cita, que será ir
a tomar un café a la puesta del sol en Paris —dijo sin flaquear en sus palabras—.
Y aquella cita será en el comienzo del otoño del año 2021.
—¿Qué? —respondió ella,
sin saber qué decir, estaba mirándolo asombrada—. ¿Y si para ese año estoy
casada o comprometida?
—Solo te pedí una cita,
no que dejaras tu vida para continuarla conmigo ese mismo día, además es un
lugar hermoso, donde podrás observar la puesta de sol y podrá salir de ti todo
lo que sientes ahora.
—No puedo entender a dónde
quieres llegar con esto, me pides una cita que será en más de diez años, sin
embargo, estás muy seguro de lo que me dices. Si acepto, no sabré si en verdad
esa cita se lleve a cabo, y no soy de las personas que dicen algo y que
finalmente no lo hacen.
La gente pasaba a su
alrededor, como si ellos fueran estatuas que solo estaban ahí para hacer que la
vista de aquel parque sea más acogedora y pintoresca, conjuntamente con sus luces
y el suelo verde.
Un sonido de claxon los
hizo salir de sus pensamientos y los adentró en la conversación que venían
manteniendo.
—¿Cuál es tu respuesta?
—dijo el joven sin desistir, y como ella no se atrevía a responder, buscó entre
sus ojos una respuesta,—. Ahora es donde puedes hacer que una parte de nuestro futuro
esté comprometido a volverse a encontrar.
—No sé qué decirte,
pienso que es una idea muy utópica, pero a la vez romántica. Es algo que me conmueve
y a la vez me frustra —respondió ella entre leves sollozos—. Gracias por
pedirme esto, acepto la cita —finalizó diciendo y abrazó a su joven acompañante—.
Esperaré ese día con ansias.
Nuevamente el parque se
convirtió en una imagen estática, de esas que se muestran en una pintura en óleo,
esos jóvenes abrazados eran acompañados por personas que no se relacionaban con
ellos pero que estaban juntos en ese instante. Un segundo después, empezaron
los aplausos de un público que veía la mejor interpretación de una escena
teatral.
—Yo también esperaré
ese día, donde pueda volverte a ver y sentir que no has cambiado, que a la
persona que vea a los ojos sea la que veo ahora. Hoy nos despediremos, pero
tengo la esperanza de volverte a encontrar en mi camino —dijo aquel joven
mientras sentía ese gran abrazo de parte de ella—. Y valdrá la espera.
—No olvidaré esa fecha.
—Yo tampoco.
Ese abrazo selló
aquella promesa, en esa noche, en ese lugar, donde ellos no volverán a
concurrir juntos, pero donde empezó una historia.
Algunos años después,
un pintor que trabajaba en el parque, exhibía un óleo para el público. Este era
simple: dos jóvenes abrazados, en una noche con poca iluminación artificial,
con un fondo de un público enérgico y sollozante. Eso trasmitía la pintura. Esa
pintura tiene diez años allí —decía el modesto pintor—, y tal vez no se vaya ir
de mí, nunca.
Los años pasaron,
mientras ambos hicieron su vida. El joven en su país, esforzándose cada día
para poder comprar el boleto de avión de ida y vuelta, porque tenía una cita en
París. Por otro lado, la señorita había olvidado años tras año que tenía un
compromiso que cumplir.
—Acá tengo unos
recuerdos de mi adolescencia, regalos que me dieron, pequeños, pero con mucho
valor sentimental.
—Ábrelos, hay que ver
qué tiene guardado.
—Está bien. —dijo la
joven, mientras sacaba algunas cosas para mostrar—. Mira esta pulsera que me
dio un amigo con el que nunca tuve nada.
—Es magnifica, tiene
una dedicatoria con tu nombre, qué lindo, yo también quiero —dijo la amiga,
mientras sacaba una hoja de papel con una fecha, una hora y un lugar—. ¿Qué es
esto?
—Lo había olvidado por
completo, es mi cita.
—¿Me estas bromeando?
—No, pero aún no he
decido ir, hasta donde entendí, solo fue una obra teatral.
La joven con dudas y el
joven con esperanzas, sin embargo, el joven estaba decidido por ir en busca de
alguien que consideraba importante para su vida.
Setiembre del 2021
—Pensé que no llegarías
—dijo el joven, dándole un beso en la mejilla a ella—. Vamos, conozco un lugar
donde tomar un café. Mientras te esperaba, pude darme una vuelta por este lugar.
—Gracias por esperarme —respondió
ella abrazándolo—. A veces la realidad supera la ficción.
—Regresaremos a aquel
lugar, donde decidimos esta cita, tenemos que comprar algo.
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