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lunes, 6 de agosto de 2018

Una Cita en París


UNA CITA EN PARÍS

Tal vez la primera vez que vaya, sea diferente, o simplemente la persona que me acompañe hará que sea especial y hasta valga la espera esa cita –pensaba un joven, mientras veía a los ojos a su acompañante–. Hasta le interesará esta idea –seguía pensando– tal vez si se lo propongo, no le parecerá tan disparatado.

—Necesito pedirte algo —dijo el joven, mientras miraba a los ojos a su acompañante—. Una última cita, antes de que termines lo que empezamos hace algún tiempo.
—Pero aún no hemos empezado nada –respondió la joven, intrigada por la proposición planteada—.No se puede terminar algo que no empezó.
—Tienes razón, entonces te pediré algo antes de que continúes tu camino, sola, por supuesto —dijo con una voz que empezaba a quebrarse—. Tal vez puedas concederme eso.
—A veces eres muy insistente, y me gusta eso.
—Una última cita, que tal vez dependa todo en cuanto hemos creado entre nosotros, esta representará la última vista que le das al sol en un día cualquiera, porque no sabes qué pasará al siguiente.
—Dulces palabras para mi paladar con aftas, pero dime.
—Una cita, que será ir a tomar un café a la puesta del sol en Paris —dijo sin flaquear en sus palabras—. Y aquella cita será en el comienzo del otoño del año 2021.
—¿Qué? —respondió ella, sin saber qué decir, estaba mirándolo asombrada—. ¿Y si para ese año estoy casada o comprometida?
—Solo te pedí una cita, no que dejaras tu vida para continuarla conmigo ese mismo día, además es un lugar hermoso, donde podrás observar la puesta de sol y podrá salir de ti todo lo que sientes ahora.
—No puedo entender a dónde quieres llegar con esto, me pides una cita que será en más de diez años, sin embargo, estás muy seguro de lo que me dices. Si acepto, no sabré si en verdad esa cita se lleve a cabo, y no soy de las personas que dicen algo y que finalmente no lo hacen.

La gente pasaba a su alrededor, como si ellos fueran estatuas que solo estaban ahí para hacer que la vista de aquel parque sea más acogedora y pintoresca, conjuntamente con sus luces y el suelo verde.
Un sonido de claxon los hizo salir de sus pensamientos y los adentró en la conversación que venían manteniendo.

—¿Cuál es tu respuesta? —dijo el joven sin desistir, y como ella no se atrevía a responder, buscó entre sus ojos una respuesta,—. Ahora es donde puedes hacer que una parte de nuestro futuro esté comprometido a volverse a encontrar.
—No sé qué decirte, pienso que es una idea muy utópica, pero a la vez romántica. Es algo que me conmueve y a la vez me frustra —respondió ella entre leves sollozos—. Gracias por pedirme esto, acepto la cita —finalizó diciendo y abrazó a su joven acompañante—. Esperaré ese día con ansias.

Nuevamente el parque se convirtió en una imagen estática, de esas que se muestran en una pintura en óleo, esos jóvenes abrazados eran acompañados por personas que no se relacionaban con ellos pero que estaban juntos en ese instante. Un segundo después, empezaron los aplausos de un público que veía la mejor interpretación de una escena teatral.

—Yo también esperaré ese día, donde pueda volverte a ver y sentir que no has cambiado, que a la persona que vea a los ojos sea la que veo ahora. Hoy nos despediremos, pero tengo la esperanza de volverte a encontrar en mi camino —dijo aquel joven mientras sentía ese gran abrazo de parte de ella—. Y valdrá la espera.
—No olvidaré esa fecha.
—Yo tampoco.

Ese abrazo selló aquella promesa, en esa noche, en ese lugar, donde ellos no volverán a concurrir juntos, pero donde empezó una historia.
Algunos años después, un pintor que trabajaba en el parque, exhibía un óleo para el público. Este era simple: dos jóvenes abrazados, en una noche con poca iluminación artificial, con un fondo de un público enérgico y sollozante. Eso trasmitía la pintura. Esa pintura tiene diez años allí —decía el modesto pintor—, y tal vez no se vaya ir de mí, nunca.

Los años pasaron, mientras ambos hicieron su vida. El joven en su país, esforzándose cada día para poder comprar el boleto de avión de ida y vuelta, porque tenía una cita en París. Por otro lado, la señorita había olvidado años tras año que tenía un compromiso que cumplir.

—Acá tengo unos recuerdos de mi adolescencia, regalos que me dieron, pequeños, pero con mucho valor sentimental.
—Ábrelos, hay que ver qué tiene guardado.
—Está bien. —dijo la joven, mientras sacaba algunas cosas para mostrar—. Mira esta pulsera que me dio un amigo con el que nunca tuve nada.
—Es magnifica, tiene una dedicatoria con tu nombre, qué lindo, yo también quiero —dijo la amiga, mientras sacaba una hoja de papel con una fecha, una hora y un lugar—. ¿Qué es esto?
—Lo había olvidado por completo, es mi cita.
—¿Me estas bromeando?
—No, pero aún no he decido ir, hasta donde entendí, solo fue una obra teatral.
La joven con dudas y el joven con esperanzas, sin embargo, el joven estaba decidido por ir en busca de alguien que consideraba importante para su vida.

Setiembre del 2021

—Pensé que no llegarías —dijo el joven, dándole un beso en la mejilla a ella—. Vamos, conozco un lugar donde tomar un café. Mientras te esperaba, pude darme una vuelta por este lugar.
—Gracias por esperarme —respondió ella abrazándolo—. A veces la realidad supera la ficción.
—Regresaremos a aquel lugar, donde decidimos esta cita, tenemos que comprar algo.

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